Afrontar una herencia y todo el proceso que conlleva siempre es una tarea peliaguda en la que hay que revisar y tener en cuenta cualquier mínimo detalle. Si a ello le añadimos el hecho de que alguna heredera o heredero resida en el extranjero, el trabajo es mucho mayor, pero no imposible de realizar.
En primer lugar es necesario destacar el importante papel que desempeña la tecnología: es de vital importancia estar en contacto con todos los herederos a la hora de gestionar cualquier conflicto que pueda surgir. Para ello, el correo electrónico y las videollamadas se hacen indispensables para que todos estén al corriente de los pasos que se deben dar a la hora de proceder a la partición de la herencia en cuestión.
En mi caso, las gestiones me llevaron hasta Canadá donde puse mi nivel de inglés a prueba a fin de comprobar la documentación necesaria para seguir con el procedimiento. En este caso, se hizo un poder a favor de otro heredero residente en España para que éste pudiera firmar las escrituras en su nombre. Esta decisión no hizo más fácil el trabajo pero era el camino a seguir a fin de llevar la partición a buen puerto.
Aquí es donde la tecnología nos falló: no existe medio electrónico válido que permitiera firmar las escrituras en Canadá, por lo que el remedio fue acudir a poderes notariales. Si contamos con la gran extensión del territorio en cuestión y una pandemia de por medio, el asunto se tornó complejo.
Sin embargo, con tesón y esfuerzo conseguí los documentos necesarios y la herencia quedó partida. La búsqueda de soluciones es el objetivo de todo abogado y en este caso a pesar de no ser un asunto judicial, era imprescindible eliminar las distancias y fronteras que nos separaban para poder realizar el procedimiento de la forma más llevadera posible.