En este caso, hacemos referencia al mencionado refrán que nos invita a tener una actitud negociadora ante los problemas como vía de preferencia ante la celebración de un juicio, por muy beneficioso que este pudiera llegar a ser.
¿Pero es esto siempre cierto?
Queramos o no, ante este tema siempre existe la influencia de la propia mentalidad de la población: he tenido la ocasión de observar cómo, a pesar de que un acuerdo iba a ser más beneficioso, el cliente ha decidido seguir hacia adelante porque prefería que fuera un juez quien determinara la resolución del conflicto. La falta de información a la población de cómo funcionan los métodos alternativos de resolución de conflictos hacen que esta actitud ante ellos se enquiste en la sociedad sin que podamos avanzar hacia otra forma de resolver los problemas.
El ámbito familiar requiere de un mayor esfuerzo a la hora de llegar a acuerdos, pero acercar posturas entre las partes hace que el proceso sea más llevadero, más rápido y con menos quebraderos de cabeza.
Una futura modificación de la normativa establecerá de forma obligatoria la mediación como paso previo antes de una demanda en procedimientos de derecho de familia. Antes de que dicha reforma entre en vigor, como mediadora, afirmo que ya es práctica habitual que antes de entrar en sala, se intente llegar al mejor acuerdo posible para las partes, por lo que en este caso le legislación acertará a la hora de establecer este medida previa.
No siempre un mal acuerdo es mejor que un juicio, pero herramientas como la mediación suponen acelerar procesos que, siguiendo la senda judicial, son más costosos, tanto en tiempo como desde un punto de vista psicológico y emocional.